miércoles, junio 30, 2010

La princesa y el emperador
Ella es sólo una princesa que un día se encontró en los ojos del emperador.

El emperador se aferró a los ojos de la princesa. Pero ella era sólo princesa y él dijo que no importaba.
La princesa se enamoró del emperador, él sintió ese amor, le gustó y le entregó migajas de su tiempo mientras seguía conquistando tierras. Todos los días alimentaba su imperio y dormía en brazos de la princesa. Abrazado a ella olvidaba su soledad y se fundían en noches mágicas.
La princesa seguía su sentir sin estrategias y sin reparos.
El emperador se sentía cada día más cerca y unido a su princesa y tuvo miedo. Algunos dicen que la amaba y por eso temía. No quiso escuchar sus latidos.

Entonces sentenció que sólo una princesa no podía tenerlo. Dejó de ver a quien lo abrazaba cada noche, quien lo acariciaba en las presiones de sus responsabilidades, la que escuchaba sus temores reconfortándolo con un beso. Escondió detrás de palabras dichas al pasar lo que sentía y se aferró a sus dominios.

El emperador había desistido de la batalla y decidía sobrevivir, la princesa sin saberlo había luchado con pasión por vivir. Su rostro se esfumó entre la bruma hasta casi ser invisible.
La princesa se sintió abatida, el emperador que todo cumplía olvidó las palabras que dijo en su almohada.
Las palabras no se las lleva el viento, tienen eco en los oídos.
La princesa cada noche escucha las que él le susurró bajo la luna.
El emperador oye lo que la princesa le declaró ante el brillo de las estrellas.
En la tierra, ella es sólo una princesa y él es un emperador solo.
En el universo a cada instante las voces se unen, se funden y hasta son solo una.

Se repite en infinito lo que se dijeron mirándose a los ojos que no se puede borrar.